Cuando uno se convierte en padre, entre la multitud de comentarios y consejos que recibe - sin haberlos pedido necesariamente, por cierto - de aquellos que ya tienen hijos, hay una frase particularmente llena de compasión, diversión (sádica) y horror, a veces incluso acompañada de una mano en el hombro, como diciendo "vamos, ánimo, todos pasan por esto...", que es la siguiente:
"¡Ah, ya verás cuando le salgan los dientes!" Como con muchas cosas, hay tantas formas de vivir (sufrir) la dentición como bebés. También hay numerosas formas de (intentar) aliviarla. Ya sea que uno se incline más por métodos naturales, como el hidrolato de manzanilla romana, la homeopatía, el collar de ámbar, o que prefiera recurrir a geles y otros medicamentos específicos para esta etapa de la vida, hay para todos los "gustos".
Algunos bebés tienen fiebre durante varios días, las mejillas y las nalgas rojas y sufren mucho, mientras que otros simplemente sienten la necesidad de masticar todo lo que encuentran y babean bastante, sin estar más molestos que eso. Nadie puede hacer nada al respecto, así son las cosas. En fin, cuando salieron los primeros dientes de nuestro hijo (digo bien "los", porque salieron varios), mi pareja y yo solo nos dimos cuenta porque se llevaba muchas cosas a la boca (pero, me dirán, a casi seis meses, un bebé ya suele llevarse todo a la boca), babeaba bastante y tendía a tener las mejillas un poco rojas. Como no lloraba ni tenía fiebre, fue una noche, cuando mi amigo puso la punta de su dedo pequeño en la boca de nuestro niño, que se dio cuenta de que su encía inferior "picaba" un poco en el medio... Al día siguiente, sus dos incisivos centrales inferiores aparecieron al mismo tiempo. Poco después, fueron sus incisivos centrales superiores los que comenzaron a salir, uno después del otro esta vez, abriéndose camino un poco más dolorosamente que sus compañeros de abajo. Un poco de hidrolato en la boca y masajes en las mejillas ayudaron mucho a nuestro hijo, pero sentíamos que aún así estaba molesto. En estos casos, y como a menudo, las únicas cosas que podían ayudarlo eran darle besos, abrazos (eso se ha convertido en mi actividad favorita desde su nacimiento) y distraerlo al máximo, mientras le dejábamos a su disposición uno o dos grandes anillos de dentición bien fríos así como una famosa jirafa de goma. Para hacer esto, además de jugar, escuchar música, leer historias y probar, por qué no, el lenguaje de señas, cada día me ponía (porque estaba con él en casa) nuestro fular portabebés, acomodaba cómodamente a mi niño y bailaba. Esto tenía (y sigue teniendo) el efecto de hacerlo reír y presentarle la casa desde un ángulo diferente, mientras participaba en su "despertar rítmico". Obviamente no hacemos estas cosas solo cuando está molesto por sus dientes y practicamos muchas otras actividades, pero, cualesquiera que sean las situaciones, el porteo (en fular, en sling, en portabebés o simplemente "en brazos") es siempre una apuesta segura, porque permite que el niño se sienta calmado, seguro y reconfortado.
Para acompañar estos momentos a veces intensos, recientemente descubrimos las almohadillas Dents de lait de Löwenkind: un pequeño remedio natural para deslizar en un pañuelo. Compuestas de flores de heno y copos de pino cembro, difunden un suave perfume que calma y ayuda a recuperar la tranquilidad y serenidad, especialmente durante la dentición. Desde el nacimiento (excepto para bebés prematuros), son una hermosa opción para niños gruñones o agitados. Una verdadera ayuda para atravesar esta etapa con más suavidad.
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